Los pobladores de Rosaspata y Azaroma, en Puno, son tan aficionados a los toros que todas sus fiestas patronales y locales las celebran con corridas. No obstante ese interés, estos lugares no tienen plazas de toros y tampoco quieren tenerlas, pues prefieren organizarlas en sus plazas de armas. Sus pobladores prefieren formar ellos mismos la barrera del ruedo y no les preocupa que el toro pueda herir a alguien: la sangre que caiga será un tributo a la pachamama.
En Celendín, Cajamarca, y Ayaviri, en Puno, tampoco tienen cosos ni quieren tenerlos. Sus habitantes prefieren improvisar estrados con palos, a los que llaman palcos, que pueden albergar hasta doce mil aficionados.
Sin embargo, en otras 180 localidades sí hay plazas de toros y, en más de cien que no tienen, instalan provisionalmente estructuras portátiles para que puedan darse corridas. Por ello, muchos aficionados, como el recordado Manuel Solari Swayne (Zeñó Manué), consideran las corridas como una fiesta nacional, porque es la forma como celebran los peruanos del interior del país.
Las 380 corridas que se celebran en el Perú (10% en Lima y 90% en el interior) mueven unos US$11 millones (ver infografía). En España, por ejemplo, que solo tiene cinco veces más corridas que el Perú (1.848), mueven en dinero más de 300 veces (US$3.200 millones).
Marcial Ayaipoma, ganadero y empresario taurino, indica que no se ha desarrollado la industria de los toros como en España: allá hay empresas de ganado de lidia y otras que los comercializan. Además, hay las que apoderan a los toreros y verdaderas corporaciones que organizan corridas y administran plazas. Incluso, se calcula que 200.000 personas están vinculadas a los toros, mientras que en el Perú apenas llegan a unos mil.
En el país, además, la actividad taurina no está a cargo de compañías ni personas jurídicas. Según el periodista e investigador Dikey Fernández, el 90% de las corridas es informal. Están a cargo de los mayordomos, alcaldes, comisiones municipales o de las hermandades religiosas. Además de no llevar ninguna contabilidad formal de la compra del ganado, del contrato de toreros, etc., en muchas plazas –sobre todo en Ayacucho– tampoco cobran entradas a los espectadores.
Además de esa precariedad, el cronista taurino de El Comercio, Bartolomé Puiggrós, también destaca que las corridas, en su mayoría, son informales, al no respetar algunos cánones taurinos.
EVASIÓN TRIBUTARIA
Fernández, quien lleva el recuento de las corridas que se realizan en el Perú, asegura que, salvo en Lima, el negocio taurino no paga impuestos, ni siquiera muchos de los extranjeros que vienen a torear al Perú. Explicó que muchos de los que torean en provincias vienen contratados por una sola corrida, pero después cierran otros contratos que no son declarados. También asegura que la mayoría tampoco paga el 2% que señala la Ley del Artista, ya que las instituciones aplican una tarifa plana, lo que contraviene la ley.
Además de ello, como no cobran entradas a los espectadores, no pagan impuestos a los espectáculos no deportivos ni el IGV, que desde este año grava los boletos. De manera crítica, Puiggrós señaló que no entendía cómo podían establecerse impuestos a una actividad que prácticamente es gratuita.
Sin embargo, coincide con Fernández al señalar que las corridas que se realizan en Lima sí cumplen con pagar sus impuestos.
¿RENTABLES?
Para Puiggrós, la industria de los toros ya no solo es negocio en Lima, sino en todo el país, porque un toro puede llegar a venderse hasta en US$6.000. Sin embargo, destaca que la actividad en el Perú sigue creciendo, no obstante la corriente antitaurina que ha empezado a surgir en Lima.
Incluso, recuerda que en la época de la crisis y terrorismo, esta actividad no se vio afectada. Refirió que en esos años las corridas que no podían hacerse en el interior del país por la amenaza terrorista se organizaban en Lima, en la plaza Sol y Sombra, ubicada en La Victoria, que está cerrada. “Todas las semanas había corridas de los pueblos”, agrega.
Por su parte, Freddy Villafuerte, gerente de la empresa Taurolima, que organiza las corridas de toros en Acho, dejó entrever que después de tres años de pérdidas, desde el 2009 se han obtenido utilidades, sin precisar el monto. Solo comentó que sus ingresos fluctuaron entre los US$2,5 y US$3 millones, de los cuales se deben descontar los impuestos, el pago a la Beneficencia de Lima (8%), a Teleticket, entre otros.
Incluso, señaló que, como negocio, los toros no son rentables. Recordó que muchos empresarios de Acho terminaron perdiendo dinero. De la misma manera opina Ayaipoma, quien asegura que las corridas no son rentables y que la gente entra en el negocio más por afición.
ATRACTIVO TURÍSTICO
En España, las corridas de toros atraen a turistas, especialmente de China y Japón. Según el presidente de Canatur, Carlos Canales, el 25% de asistentes en ese país es turista.
En el Perú –aseguró–, los toros también atraen a extranjeros, pero solo en la Feria del Señor de los Milagros. Señaló que entre el 3% y el 5% de los que van a Acho es turista. Refirió que a la feria acuden unos 100 españoles, 50 franceses, 50 ecuatorianos, 50 mexicanos, que llegan atraídos cuando el cartel es atractivo. Sin embargo, otros consideran que también vienen colombianos y, además, chilenos y argentinos que van más motivados por la curiosidad.
Aseguró que las corridas son un mercado interesante y que podrían atraer a muchos más turistas. Refirió que los encuentros en provincias podrían convocar a gente de Ecuador, especialmente de las zonas fronterizas, como Loja o Cuenca.
Sin embargo, lamentó que el Estado, en vez de propiciar la competitividad, las haya gravado con impuestos.
Aunque las corridas generan polémica, si el país sigue creciendo, en unos cuantos años el Perú podría estar en el primer mundo del planeta de los toros.
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